A mais sanguinária ditadura das Américas
Anônimo disse...
Se a maioria do povo cubano apoia o regime lá porque então não é uma democracia?
Democracia não é o regime que representa a vontade da maioria?
5 de Janeiro de 2009 21:48
O Anônimo tem razão sobre o que diz com respeito a democracia, mas demonstra total desconhecimento sobre o regime cubano.
Só para esclarecer, há mais de 50 anos não há eleições livres em Cuba.
As ditas eleições em Cuba só tem um candidato por vaga, e todos do partido Comunista. Não existe oposição organizada em partidos políticos em Cuba, e todos os opositores de Fidel Castro ou estão na cadeia ou exilados no exterior.
Democracia é o regime que representa a vontade da maioria e que respeita as opiniões das minorias.
Democracia é o regime em que a oposição pode livremente se organizar em partidos políticos e disputar o poder com a situação, como no Brasil de hoje.
Democracia é o que podemos fazer aqui hoje. Falo mal do governo Lula sem ter medo de ser preso ou de viver no exilio ou escondido.
Até na ditadura militar brasileira havia mais oposição do que em Cuba. Ulisses Guimarães, Tancredo Neves, JK, Carlos Lacerda (já no final) e tantos outros se opuseram ao regime militar. Havia a Última Hora, o Pasquim e outros jornais, que apesar da censura, volta e meia criticavam o governo.
Em Cuba só há um jornal do Partido Comunista. Que se atrever a criticar o regime ou vai para o Paredon ou para a cadeia?
É isto que a esquerda brasileira entende por democracia?
Es la hora de la politica
Escribo estas notas en Roma, horas antes de partir para Washington, donde el día 15 de noviembre voy a participar en la reunión de líderes mundiales, mientras la comunidad internacional está evaluando aún los daños provocados por la más grave crisis financiera desde 1929.
Las respuestas a los desafíos actuales no pueden provenir de los especialistas, que durante tres décadas han aplicado las recetas que nos han llevado al actual colapso de la economía mundial. Lo que necesitamos son otros consejos, provenientes de hombres y mujeres con acusada sensibilidad social, preocupados por la producción, por el empleo y por un orden global más equilibrado y democrático. Como dije en mi reciente discurso ante la Asamblea General de la ONU, ha llegado la hora de la política.
El pensamiento neoconservador y recetas como las del Consenso de Washington consagraron la autorregulación de los mercados, la hegemonía del capital especulativo y la práctica inutilidad del Estado. El predominio de semejantes ideas encubría en realidad una actividad especulativa sin precedentes, que provocó una separación prácticamente total entre las esferas productiva y financiera. La economía global se transformó poco a poco en un enorme casino.
La crisis financiera ha obligado a los fundamentalistas del liberalismo a rendirse a la evidencia de su propio fracaso y a implorar la acción del Estado para evitar un posible agravamiento. De repente, la intervención estatal dejó de ser abominable y pasó a ser indispensable para los defensores de la tesis falaz –y durante mucho tiempo, poco cuestionada– de que el mercado es virtuoso por definición y capaz de regularse a sí mismo.
El electorado de Estados Unidos –epicentro de la crisis– se ha manifestado a favor del cambio en las recientes elecciones. El capital político de Barack Obama refleja el apoyo popular a una propuesta de variación de rumbo que sea dictado esencialmente por la política, y no por los mercados. Representa también la condena de una práctica y de un discurso que en los últimos tiempos fueron dominantes, hasta el extremo de impedir que las adecuadas medidas correctoras pudieran ser tomadas por los Gobiernos de los países involucrados, a pesar de las múltiples señales de descontrol del sistema financiero. Esperemos que el nuevo equipo gubernamental sepa escuchar el mensaje de las urnas.
La cuenta que hemos de pagar a causa del descontrol especulativo es muy elevada, y los trabajos de reconstrucción serán arduos. La participación de los líderes políticos en esta tarea resultará crucial. Nuestra actuación ha de estar a la altura de la gravedad de las circunstancias y de la magnitud del desafío que supone edificar un nuevo orden financiero internacional. Tal arquitectura ha de ser capaz de evitar que vuelvan a producirse los desmanes que nos han conducido hasta aquí, y cuyo impacto en la economía real amenaza el empleo, el poder adquisitivo, los ahorros y el sueño de una casa propia y de una jubilación tranquila para centenares de millones de personas en todo el mundo.
El cambio del sistema financiero internacional exige una coordinación de los sistemas reguladores nacionales, y pasa necesariamente por el aumento de la participación de los países en desarrollo en los procesos decisorios de gobierno global y en instituciones como el FMI y el Banco Mundial. Estos dos organismos deben ser reformados (o refundados) como parte de un profundo cambio de los mecanismos de gobierno del sistema económico-financiero internacional, que durante mucho tiempo se ha dedicado a velar por un orden mundial asimétrico. De esta manera se imponían recetas de austeridad, de impacto social negativo, a los países en desarrollo, que no eran seguidas por los países desarrollados en situaciones semejantes. Ya no podrá ser posible que ciudadanos, países e instituciones internacionales tengan que obedecer leyes y reglas, mientras que el sistema financiero está mal regulado o, lo que es peor, no está regulado en absoluto.
En Brasil ya dábamos antes de la crisis, y seguimos dándosela ahora, una atención prioritaria a la promoción del desarrollo con vistas a la disminución de las desigualdades sociales y regionales, basado en la responsabilidad fiscal y en bases económicas sólidas, que ponen a nuestro país en condiciones de atravesar la actual turbulencia sin comprometer la evolución económica positiva de los últimos años. En casi seis años de gestión se han creado más de diez millones de empleos estables y, sólo entre enero y septiembre de este año, dos millones noventa y siete mil. A lo largo de ese periodo, veinte millones de personas han logrado superar el umbral de la pobreza absoluta. Nuestra vitalidad económica se sustenta también en una fuerte política de inclusión social por medio de inversiones estatales en educación y en salud, así como mediante programas de redistribución de la renta como el Fome Zero (Hambre Cero), liderado por la Bolsa Família, que atiende actualmente a once millones de familias, el equivalente a cuarenta y cuatro millones de personas.
A escala regional, la democratización de los países latinoamericanos abre espacios para la ampliación del diálogo político y para la concreción de proyectos conjuntos en materia de integración económica y de infraestructuras. América del Sur no quiere soluciones aisladas para la crisis. Quiere más integración. La visión política común que orienta tales opciones ha ofrecido resultados concretos a los agentes económicos y a los ciudadanos en lo que se refiere al aumento significativo, a lo largo de las últimas décadas, del intercambio comercial, de la construcción de cadenas productivas que atañen a países vecinos y de la ampliación de las infraestructuras viarias y energéticas, por citar algunos ejemplos. En este sentido, nos sirven de estímulo los éxitos del proyecto de integración europea, una obra de construcción de la paz de las más duraderas y de mayor alcance social. La historia ofrece múltiples ejemplos de liderazgo y de osadía políticos capaces de inspirarnos para esa tarea de reconstrucción a la que tenemos que enfrentarnos sin demora. Con la voluntad política y una racional generosidad por parte de los líderes políticos mundiales, podremos llegar a la conclusión de la Ronda de Doha, un paso importante en las medidas anticrisis que han de ser adoptadas.
Con todo, lo fundamental es llevar adelante, como en otros momentos históricos, un cambio radical de la arquitectura financiera del mundo. Nos es necesaria una previsibilidad económica para reconstruir la economía mundial sobre nuevas bases, de manera que el mundo de las finanzas esté al servicio de la producción agrícola, industrial, científico-tecnológica y cultural, y no al contrario, como hasta ahora ha venido ocurriendo. Los países en desarrollo, como Brasil, están dispuestos y en condiciones de asumir sus responsabilidades en este esfuerzo colectivo.
A roseirinha torta
Era uma vez um homem que possuía um grande jardim, onde foram cultivadas as mais variadas flores. Perto desse jardim morava um menino que amava muito as plantas. Muitas vezes ele abandonava os brinquedos e encostava o rosto na cerca para olhar o jardim e admirar o colorido das flores. O garoto também tinha o seu canteirinho na frente da casa. Possuía uma pá, um regador mas não tinha ainda nenhuma muda de flor para plantar.
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A roseirinha torta
Era uma vez um homem que possuía um grande jardim, onde foram cultivadas as mais variadas flores. Perto desse jardim morava um menino que amava muito as plantas. Muitas vezes ele abandonava os brinquedos e encostava o rosto na cerca para olhar o jardim e admirar o colorido das flores. O garoto também tinha o seu canteirinho na frente da casa. Possuía uma pá, um regador mas não tinha ainda nenhuma muda de flor para plantar.
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Explicando a Felicidade
Do Blog do Alon
De volta à ativa, após uns dias de férias (em que postei algumas sugestões de leitura).
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A Folha de S.Paulo publicou dias atrás um texto traduzido do britânico The Independent com o título Guerra [entre Israel e o Hamas] é movida puramente por razões políticas. O artigo é ruim. O título, um sintoma da sua baixa qualidade. Mostrem-me uma guerra que não seja politicamente motivada. Ou uma que não tenha sido. Sabe-se disso desde pelo menos Clausewitz.
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A guerra é a continuação da política por outros meios.
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A situação das relações entre Israel e seus vizinhos parece complicada, mas vista de um ângulo político é relativamente simples. Existe Israel. Existem também as nações árabes que já admitem a existência de Israel. E há os países e grupos políticos que mantêm o projeto de destruir Israel. Há três atores que assumem o projeto sem rodeios: a atual cúpula iraniana, o Hamas e o Hezbollah.
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Então, naturalmente, o conflito atual na Faixa de Gaza é político, contrapõe estratégias políticas distintos para a região e estourou porque esses projetos antagônicos entraram numa etapa de desequilíbrio, dado que o equilíbrio entre eles é necessariamente instável, por causa do antagonismo. E a guerra acontece não apenas devido a políticos insensíveis, de olho nas eleições ou na popularidade. Isso é reducionismo e indigência intelectual.
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Por que o Hamas interrompeu o cessar-fogo? Porque vinha perdendo apoio popular, principalmente devido às dificuldades econômicas decorrentes, também, do bloqueio israelense a Gaza. E por que Israel bloqueia Gaza? Para enfraquecer o Hamas e para tentar conter o fornecimento de armas ao grupo, para evitar que ele adquira um poder militar semelhante, por exemplo, ao do Hezbollah.
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Por que Israel não bloqueia a Cisjordânia? Porque a Fatah não se alinha ao Hamas, ao Hezbollah e ao Irã no projeto de destruir Israel. A Autoridade Palestina, controlada pela Fatah, aceita discutir a solução de dois estados lado a lado em segurança. Que é a única solução possível. Será alcançada? Não se sabe. Nem se, muito menos quando.
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Há muitos obstáculos no caminho. Anos atrás havia uma tese de que o melhor projeto para a Palestina seria um estado laico democrático em todo o território. Uma tese irrealista, que na prática desapareceu, derrotada pela vida e pelos fatos. Até porque nem o Hamas e a Fatah, ambos palestinos, conseguem conviver pacificamente num mesmo estado palestino, já que um não admite ser governado pelo outro. Estado laico e democrático estável no Oriente Médio é peça de ficção.
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Nos últimos tempos parece ter surgido um relativo consenso em torno da ideia dos dois estados, coisa que eu defendo faz uns trinta anos. Ideia que enfrenta, porém, a oposição feroz de quem ainda deseja destruir Israel. É gente que está relativamente isolada, apesar de as aparências poderem indicar que não. A Síria, por exemplo, balança em direção a um acordo de paz com Israel nos moldes do pacto feito por Jerusalém com o Egito. Mas os rejeicionistas estão isolados, não estão derrotados. O Irã, por exemplo, acredita que poderá atingir seus objetivos (destruir Israel) quando possuir mísseis com ogivas nucleares.
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Esse é o substrato da guerra em Gaza. Uma guerra política. Como todas as outras. A diplomacia brasileira tem deplorado o uso da força em Gaza e recomendado o recurso das partes a instâncias internacionais.
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Curioso. Quando o Equador recorreu a uma instância internacional para dirimir uma pendenga comercial dele com uma empresa brasileira Luiz Inácio Lula da Silva não achou bom, não viu graça nenhuma e mandou retirar o embaixador brasileiro de Quito. E ameaçou o Equador com um boicote comercial e financeiro. Um bloqueio à brasileira. Foi um ato de força, de uma potência regional contra um pequeno país da sua órbita. Uma recado para, entre outros, o Paraguai, que pede a revisão do acordo de Itaipu.
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Se Lula fez isso por causa de uma arenga negocial, o que faria, por exemplo, se o Paraguai lançasse foguetes sobre Campo Grande (MS) para tentar retomar o que pegamos deles na guerra de século e meio atrás? Lula iria choramingar na ONU ou adotaria outro tipo de providência? Pelo comportamento do Brasil no caso equatoriano, conclui-se que os organismos multilateriais podem até ter a sua utilidade para um governo brasileiro sedento de protagonismo, como é o governo do PT.
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Mas fica nítido que isso não vale quando se trata de assuntos no nosso quintal. Aqui, pelo menos, somos iguaizinhos a todos os outros países. Quando dá, resolvemos no braço. Quando não dá, amaciamos a voz e fazemos juras de amor à diplomacia.
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Unilateralismo nos olhos dos outros, como se sabe, é um suave refresco.